Balaguer lanza “grito de guerra” contra gobierno de Jorge Blanco

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Por: Emiliano Reyes Espejo

ereyes@indotel.gob.do

A dos años del gobierno que inició el 16 de agosto de 1982 Salvador Jorge Blanco, el “nunca bien odiado, el nunca bien amado y nunca bien ponderado” líder reformista Joaquín Balaguer soltó un “grito de guerra” que no se detuvo hasta barrer del poder a la organización del “jacho prendío” (el Partido Revolucionario Dominicano) el más grande conglomerado de masas humanas organizadas que recuerde la reciente historia política del país. En tanto José Salvador Omar Jorge Blanco gobernaba, Balaguer se mantenía en un “encofrado silencio político” que obviaba, pese al arraigado peso de su liderazgo, todo contacto con la prensa, ya sea en su residencia o en las caminatas que realizaba en el Parque Mirador Sur.

Los periodistas –prensa escrita, televisiva y radiofónica- terminaban desalentados en los intentos por entrevistar al veterano líder reformista en las caminatas. Se limitaban a verlo desde la cera del frente. Balaguer, en tanto avanzaba con su lento caminar, infinitamente tardo, desesperadamente parsimonioso, cortejado de una consorte de colaboradores cercanos, sus eternamente fieles y leales integrantes de su equipo de seguridad. Allí se turnaban el día a día Rafael Bello Andino, Aníbal Páez, el general Luis Manuel Pérez Bello y El Sombrerú, entre otros.

Hacíamos guardia en el portón de salida de la residencia de este paladín en la avenida Máximo Gómez. Le caíamos atrás “en trulla” y “a todo dar” cuando arrancaban los vehículos que le conducían al Parque Mirador Sur donde iniciaba su trajinar. Una recomendación de sus médicos, se dijo.

Desmejorado físicamente producto de la edad y diezmada casi al máximo su visión, el zorro político que era Balaguer se mantenía lúcido y en pleno contacto con la realidad

del país. Era notable, empero, su extremado mutismo con los medios de comunicación.

-“Señor Presidente, los periodistas queremos nos dé unas declaraciones…queremos hacerles unas preguntas…”, exclamaban desde la acera del frente, en tanto avanzaban al ritmo de los pasos de Balaguer. Pero a seguidas se escuchaba la respuesta del general Pérez Bello, de Bello Andino o de cualquier otro de sus colaboradores:

-El Presidente dice que le excusen, que son muy amables al acompañarle, pero que no dará declaraciones por ahora…”. La presencia de los periodistas frente a la casa de Balaguer se convirtió en una rutina vespertina. Íbamos a aventurarnos, mientras se formaba allí un ambiente de camaradería, se comentaba sobre el acontecer nacional y surgía una que otras bromas. Pero al no hablar ex mandatario con la prensa, decayó el interés de los medios por buscar sus reacciones. Cada día eran menos los colegas que acudían al emblemático lugar.

No obstante, Sara Savarín que era jefe de prensa vespertina y Nelson Marrero, subdirector en el noticiario Radio Mil Informando donde laboraba, insistían en que debíamos estar allí y nos asignaban cada tarde la caminata. -“Sara, pero ya Balaguer no puede casi ni caminar, es casi cargado que lo llevan; voy allí a perder el tiempo, mejor me quedaré en la redacción…”, argumentaba para evadir la asignación del servicio. Y agregaba:

-“Además, lo veo desmejorado…nosotros no hacemos nada ahí, perdemos el tiempo…”

-“Pues, mejor sea que estemos allí por si le da un “yeyo” o desmayo en plena caminata. En todo caso, ahí estaremos para dar la primicia…”, me replicó.

Sara, una veterana periodista que había laborado en diferentes medios, gozaba de una gran experiencia cubriendo la fuente del Palacio Nacional. En una ocasión durante una rueda de prensa del presidente Balaguer ésta estaba en el extremo de la mesa larga donde se realizaba el encuentro, y como el mandatario hablaba en un tono muy quedo, la colega susurraba desde donde estaba:

-“No se oye, es que no se oye…aquí no se oye”. Los susurros de Sara al parecer desconcentraban a Balaguer y en una expresión de incomodidad, el mandatario interrumpió su intervención y dio un golpetazo en la mesa, diciendo con notable fortaleza:

-“Se oye o no se oye….”. Transcurría el tiempo y ese Balaguer que uno creyó arruinado, que no daba para nada para más, comenzó a mostrar cada día más fortaleza. Seguía como “el primer gandul” en las caminatas que eran como sus alicientes, sus preparativos para la vuelta al poder por otros cuatro años que se prolongaron a ocho.

-“Yo no he dicho que vine al gobierno a ensartar agujas, vine aquí a gobernar por mandato del pueblo…”, expresó en una oportunidad cuando les inquirieron sobre su ya inocultable falta de visión. Como ya era de costumbre, salí hacía la residencia de Balaguer, ubicada en la misma avenida en que operaba Radio Mil, o sea, unas cinco o seis cuadras de la emisora. Cuando llegué el ex mandatario había salido para el Parque Mirador, entonces dije al chofer que siguiéramos para allá. Comenté que no iríamos a nada, que era solo para estar allí “por si acaso”. Llegamos y allí no había presencia de periodistas.

Nos acercamos y para nuestra sorpresa los integrantes de la escolta comenzaron a llamarnos:

-“¡Radio Mil, Radio Mil…! acérquense, el presidente quiere dar unas declaraciones…”. El cambio de actitud nos extrañó bastante. -¡Que Balaguer va a hablar!-me dije en mi interior.

Me tiré de la unidad móvil y me acerqué al séquito del ex gobernante que me ubicó frente a éste. Tuve entonces que caminar de espalda, mientras realizaba la entrevista. Una escolta –que creo fue El Sombrerú-tomó la mano en que llevaba el grabador para garantizar que yo no le golpeara en la cara; otro me tomó por el cinturón del pantalón (en la parte posterior) un tercero me agarró por la cintura y otros me direccionaban con sus hombros, de manera que -como iba caminando de espalda-, no perdiera el rumbo y me saliera de la acera.

Dirigí mi saludo a quien ya había sido varias veces presidente de la República. Para mí sorpresa respondió con mi nombre y el de la emisora.

-¿Cómo está Emiliano Reyes? ¿Cómo se siente? ¿Cómo está Radio Mil, cómo está esa emisora…?

Las palabras del veterano político sinceramente que me neutralizaron, me dejaron sin palabras. No esperaba que dijera mi nombre, ni el de la emisora. ¡Waooo qué sorpresa!

Pero más que eso, mi mente se fue lejos en ese momento, dio un salto rápido al pasado. Yo estaba –increíble lo que la vida le hace a uno- frente al hombre que años atrás repudié y contribuí a que éste saliera presuroso de Tamayo, en medio del repudio juvenil.

Había sido parte de un grupo de mozalbetes que organizó un acto de protesta por la presencia del mandatario en mi pueblo, en momentos en que el Partido Reformista celebraba allí una manifestación campesina. Estaba en la palestra pública las muertes de tres jóvenes de Hato Mayor y organizaciones políticas opositoras (especialmente de izquierda) convocaban actividades de repudio a esos crímenes y a las medidas represivas del gobierno. Aquel rechazo a la manifestación reformista no pasó desapercibido. La situación a partir de entonces se nos puso difícil a los participantes en aquella acción de protesta. Algunos, incluso, tuvieron que salir de manera clandestina hacia la capital o

esconderse para evadir la persecución, incluyendo a un premiado director de un reputado periódico del país.

Una tarde fueron a buscarme a mi casa porque un Señor que había llegado desde Santo Domingo quería conversar con los jóvenes que “desbarataron” la manifestación reformista. Era Rafael –Rafa- Gamundi Cordero. Éste se reunió con nosotros en el local del PRD y nos comunicó que había ido a buscarnos por instrucciones del doctor José Francisco Peña Gómez. Nos informó que al líder perredeísta llegó la confidencia de que fuerzas de seguridad del régimen harían en Tamayo lo mismo que en Hato Mayor, como forma de dar una lección y que, por tal razón, éste quería prevenirnos.

-“Recojan sus ropas y nos vamos de una vez para la capital”-expresó Gamundi Cordero. “Tengo instrucciones de Peña Gómez de que no deje aquí a ninguno de ustedes, que me los lleve a todos para la capital porque sus vidas corren peligro…”, enfatizó.

Yo, terco como una mula –y porque además no tenía a donde ir en la capital- me quedé en Tamayo. Otros salieron esa misma tarde o se escondieron en el pueblo “hasta que bajara la marea”. Quedarme me costó varias semanas de vida clandestina, de sufrimiento para mis padres, riesgo de ser apresado y “sabrá Dios…”. Manuel (Cricrí) un amigo de infancia que era ajeno a lo que pasaba porque estaba en la capital, regresó al poblado y fue a visitarme en el hogar de mis padres. A la salida, unos policías que vigilaban por los alrededores lo apresaron confundiéndolo conmigo, comenzando a interrogarlo.

-“Yo no soy Emiliano, soy Manuel Brito, el hijo del profesor Críspulo…”, aclaró éste rápidamente, no sin antes recibir algunos golpes y sacudidas corporales.

Pero vaya usted a ver, estudié periodismo y el destino me puso frente a este hombre, un real “gurú” de la política vernácula, un ser visiblemente tenue, amable que de forma sosegada me invitaba a iniciar mi entrevista.

-(..Balbuceo antes de preguntar…) Señor Presidente, cómo cree que está la situación económica del país”-atiné a inquirir algo nervioso. El ex mandatario tronó, pareciera que esperaba precisamente esa pregunta.

-“Como va estar, usted no ve que este es un régimen apático…, que no ha podido dar respuesta a ninguno de los problemas del país”, expresó el ex jefe del Estado, y agregó:

-“Este gobierno es tan incapaz, que mire cómo tiene este parque (el Mirador Sur) en pleno abandono, que ni las aceras sirven. Ha sido incapaz de dar continuidad a las obras que dejé para bienestar y disfrute de todos los dominicanos…”.

En las condiciones en que yo avanzaba, de espalda y franqueado por la escolta de Balaguer, apenas podía hilvanar preguntas. Jadeaba como si comenzara a tocarme el cansancio. Empero, este “fenómeno político” continuaba con su “grito de guerra” en contra del gobierno de Jorge Blanco. Hice una transmisión en vivo “desde el lugar de los hechos…”. El colega Radhamés González, quien laboraba con nosotros y en el periódico HOY reseñó “in extensa”, con despliegue de primera página estas declaraciones. Balaguer reiniciaba sus ataques frontales a la gestión perredeísta, los cuales continuó –dicho sea de paso- hasta que logró derrotar al Partido Revolucionario Dominicano (PRD).

Todo el mundo creyó que este hombre estaba acabado cuando le veía con su lánguido caminar en el Mirador Sur. Pero emergió con nuevos bríos y nuevas estrategias que, cocinadas con “elevadas dosis de malicias políticas”, produjeron “un menjurje” que se llevó “de paso” al “buey que más jala, el buey del partido blanco”.

Mientras preparaba en la redacción el audio de la noticia que divulgaría en el noticiario, se escuchó en la grabación la voz del líder reformista cuando me decía:

-“Usted me excusa que le haya agotado, que le haya cansado…”.

Los colegas estallaron en risas y me espetaron: -“Pero bueno Emiliano, no te da vergüenza que Balaguer a su edad te haya agotado…”. Ellos no tenían ideas de las condiciones en que tuve que reali

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