Por: Salvador Reims
Una de las estrategias que en nuestro país se emplea para diluir un asunto inconcluso, el cual ha recibido el rechazo o la preocupación de los ciudadanos, es dejar pasar el tiempo hasta que se despeja en nuestra mente, o distraer la atención con otros asuntos de forma que entretenga a nuestra percepción de la realidad. Y la verdad es que caemos en la trampa. En esta actitud intervienen las dos partes, tanto quien intenta ocultar, como quien se deja llevar en un enredo que está viendo llegar desde lejos: el olvido. Por eso son comunes entre nosotros frases como: ¡déjalo ahí!, borrón y cuenta nueva.
Si queremos avanzar es claro que debemos cambiar muchas cosas, y entre ellas se encuentran la constante búsqueda de la verdad, del origen de los hechos y cómo se ejecutaron. No podemos permitir en una sociedad civil de progreso ético que con el tiempo la gente se vuelva impasible ante lamentables hechos como los recientemente ocurridos en lugares turísticos dominicanos o el asunto de David Ortiz. Y eso considerando que son sucesos que repercuten en los medios de comunicación nacionales e internacionales porque ¿cuántos no han pasado desapercibidos u olvidados porque las víctimas o afectados fueron personas sin proyección e influencia? Los medios, que también tenemos nuestra culpa, nos limitamos demasiadas veces a contar lo ocurrido, pero no el desenlace cuando se ha encontrado la causa o el culpable, que quizás huyó y no se volvió a ver jamás. Debemos reclamar, empezando por demandar de nosotros mismos el interés que merece la sociedad, nuestro entorno, el proceder funcionarial y lo acontecimientos.
Este comportamiento nos deja en mal lugar, nos señala como irresponsables y nos perjudica gravemente en materias como la Justicia, el turismo, o la auditoría de cuentas cuando desaparece un dinero y nadie lo encuentra.