Por: Eridania Recio
El mundo ha dado un giro extremadamente infinito, los últimos meses del año 2019 y los primero del 2020, la humanidad ha tenido que someterse a cambios significativos, el miedo, el pánico, el terror, la muerte se ha apoderado de todo el universo y ha puesto de rodillas ante Dios y ante esta pandemia a todos. De ahí que hemos tenido que confinarnos en nuestros hogares, sin salida, sin abrazos, sin saludos, sin visitas, sin ver nuestros hijos, nuestros padres, nuestros vecinos.
Todo ha cambiado y llego la Semana Santa, la semana mayor, la misma que hasta mediados del siglo 20 fue así como su nombre lo indica, totalmente santa, una semana que se utilizaba para meditar, reflexionar, ir a la iglesia, comulgar, velar al santísimo, una semana que se conmemoraba la muerte y pasión de nuestro señor Jesucristo con alabanzas, procesiones, canticos, ayunos, sacrificios, y que de pronto se fue convirtiendo en alegrías, playas, bebidas, fiestas, y donde se gozaba más que en la navidad que es donde se conmemora el nacimiento de nuestro señor.
Recordar es vivir y nos llega a la mente el vestidito aquel que nos compraba nuestra madre para ir el viernes santo a a procesión donde la iglesia católica hace una especie de entierro para conmemorar la muerte de Jesús, y cuando llegábamos a la casa, luego de participar en todo los actos de este día, nos sentábamos a comer habichuelas con dulce, es habito aún no se ha perdido, pero todos los demás cambiaron, se cambió tristeza por alegría, tranquilidad por fiestas, bebidas y demás parrandas. Pero, entonces llego el covi19, un virus que rápidamente se convirtió en la pandemia jamás vista en el mundo, se llevó miles y miles de personas sin importar clase social, y algo muy importante las redes sociales se han convertido en iglesias, en adoración y alabanzas a Dios, los que nunca creyeron hoy son adeptos a nuestro salvador, los que estaban fríos se han calentado para adorar a Dios.
Lo real es que la gente que ya nos habíamos olvidado de que existe un Dios poderoso y verdadero, volvimos a creer y adorarlo, alabarlo y bendecirlo y lo hemos aceptado como nuestro único salvador y quiérase o no así seguiremos, creyendo en él, confiando en él, haciendo s cosas como se debe porque ya sabemos que no somos dioses aun teniendo todo el dinero del mundo somos humanos y tenemos un Dios verdadero que es el guía del universo.